Sonreír es una buena medicina

Hay días en los que nos levantamos y todo el peso del mundo cae sobre nuestros hombros. Son momentos en los que nos gustaría tener un botón que desconectara todo y que, una vez hubiera pasado la tormenta, nos permitiera volver a encender nuestra vida.

Afortunadamente, estos días los podemos contar sin esfuerzo con los dedos de ambas manos, pero hasta que pasan, nos resultan eternos.

En estas ocasiones siempre tenemos a nuestro alcance un remedio sencillo y de fácil aplicación que puede mitigar estos síntomas tan negativos que nos inundan: sonreír. O si lo preferís, reír a plena carcajada que es el mismo tratamiento, pero en dosis más concentradas.

Una sonrisa puede ser el borrador que retire esa expresión de angustia de nuestro rostro. Es un resorte que hace que salgamos inmediatamente catapultados de una situación desagradable o que comienza a minar nuestros pensamientos.

No conozco otro gesto que pueda variar de manera tan radical nuestro estado de ánimo. Los duros rasgos de nuestra cara se relajan. La tensión acumulada en las mandíbulas da paso a un estallido de aire que suaviza la tensión. El cuerpo, en general, pasa de un estado de alerta a una relajación total. Simplemente en un gesto.

Brent Scott, profesor de la Universidad Estatal de Michigan afirma que las personas que sonríen cuando sus pensamientos se enfocan en cosas positivas, mejoran sus estados de ánimo y están más alegres.

Algo tan sencillo y provechoso deberíamos incorporarlo a nuestra vida diaria. No se trata de regalar sonrisas forzadas sino de una actitud nueva al enfrentarnos con cada uno de los días de nuestras vidas. Si el pensamiento se encamina hacia la positividad, nuestros actos irán también en esa dirección.

Probablemente sea la actitud más beneficiosa que podemos tener con otras personas. Pensar en ser cordial y sociable sólo puede depararnos ventajas. Lo que nos puede parecer un gesto de altruismo con los demás, yo lo considero, en primer lugar, un acto de autoegoísmo ya que somos nosotros los principales beneficiados de esta actitud. No puede ser malo nunca pensar también en nosotros.

Recuerdo una campaña de un ayuntamiento en la que se instaba a los vecinos de una calle a que embellecieran la misma con el objeto de que fuera más amigable. Cada uno en su medida, contribuyó para que la acera de su portal luciera lo mejor posible. Unos simplemente barrieron y limpiaron. Otros decoraron con plantas. Alguno pintó la fachada de su casa. En definitiva, todos colaboraron.

La respuesta de la gente que por allí pasaba fue extraordinaria. Las personas hablaban de un ambiente agradable y apacible. Otros alababan el buen gusto a la hora de arreglar las flores. Otro grupo felicitó a los vecinos por la iniciativa.

Lo que todo el mundo señaló sin excepción es que las calles estaban alegres y distintas porque la gente sonreía. El cambio de las calles emanaba de las propias personas que allí habitaban.

No cuesta nada intentarlo. Una simple sonrisa puede generar un efecto positivo en nosotros mismos y en los demás, creando un entorno más amable y lleno de alegría.

Imagen © Helena Lopes

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