El limitado campo de visión

En una charla con amigos, surge la siguiente conversación:

—La nueva tienda de tu calle es espectacular además tiene de todo, alguien nos comenta.

—¿Qué tienda?, preguntamos con un gesto de asombro.

—La que está al lado de tu portal, nos responden.

—Ni me he fijado. Salgo de mi casa y giro siempre hacia la derecha.

En ese momento nos damos cuenta de que ni nos habíamos enterado de la existencia del nuevo local pegado a nuestra casa, aunque pasemos todos los días por su puerta. Salimos inmersos en nuestro mundo, sin más pensamientos que los propios y actuamos, con frecuencia, de manera automática, ejecutando hábitos ya sabidos que desencadenan comportamientos inconscientes.

En muchas ocasiones no percibimos toda la realidad que nos rodea simplemente porque no prestamos atención en todas las direcciones. Sólo nos focalizamos en la nuestra, la que nos interesa.

La mayoría de las discusiones surgen de la defensa de nuestro punto de vista. Aunque digamos en voz alta que prestamos atención a la persona que tenemos enfrente, esto no es así. Sólo estamos atentos a nuestros razonamientos, a rebatir aquello que nos han dicho o a tratar de ganar en esa batalla dialéctica. No tenemos en cuenta que la persona que tenemos delante también defiende su postura y sus ideas. Y son, probablemente, tan válidas como las nuestras sólo que no son nuestros pensamientos y no nos hemos parado a escucharlas.

Necesitamos, en muchos casos, cruzar la acera y ver nuestra calle desde otro punto de vista. No es complicado, meramente se trata de dejar nuestra posición y adoptar una nueva. La perspectiva cambia la percepción. Ahora cobra un sentido distinto aquello sobre lo que antes no habíamos reparado. Nos parece percibir otra realidad, pero no es así. Lo único que hemos hecho ha sido ampliar nuestro campo de visión.

Llevémoslo a nuestro ámbito del desarrollo productivo. ¿Cuántas ideas hemos desechado porque no eran la nuestra? ¿A cuántas propuestas diferentes a las nuestras les hemos dedicado dos minutos de atención? ¿Por qué nos empeñamos en que todo tenga siempre el mismo color, concretamente el nuestro? ¿Nos hemos planteado que las opiniones de los demás me podrían convencer pero que ni siquiera las conozco?

Si cuando desarrollamos cualquier actividad en la que implique tener interacción con otras personas, acudiéramos con una amplitud de visión de 360º, muchos de los problemas que surgen desaparecerían.

En el ámbito de las personas sucede lo mismo. Las relaciones entre compañeros, los componentes de un equipo, las personas de una misma familia, un grupo de amigos, los profesores y sus alumnos, los empleados con sus directivos… adolecen de esta posición de mente abierta.

Todos estamos mediatizados por nuestros valores o creencias, aunque no nos demos cuenta o no queramos reconocerlo. Al final, esto puede ser una limitación que provoque la visión única de nuestro pensamiento y esto se refleja en todo aquello que observamos, pensamos y manifestamos. Cada uno portamos bajo el brazo nuestra carpeta de reivindicaciones, de ideas fijas, de barreras infranqueables, de frases como “esto no lo consiento” o “eso no es como yo pienso.”

Ponerse en lugar del otro implica algo complejo de llevar a la práctica y nos remite a la empatía cuya fundamentación reside en prestar atención a la otra persona y ser consciente de que los demás pueden sentir y pensar de modos similares a los nuestros, pero también diferentes.

Aquí el coaching es la mejor disciplina para avanzar y el coach es el facilitador que allana el camino.

El trabajo del coach pasa por ayudar a su cliente a ser un observador diferente. Se trata de generar un punto de vista distinto en el cliente: se procura un cambio de observador que posibilitará encaminar las acciones hacia el objetivo fijado.

El provocar en el cliente la generación de preguntas que no se había planteado es la mejor manera de cumplir con la faceta de cambiar el punto de vista del observador. El coach despliega cuestiones que el coachee ni siquiera hubiese imaginado que le ayudarían a definir sus acciones para alcanzar sus objetivos.

Cuando se amplía el campo de visión, la observación cambia, el punto de vista se enriquece eliminando aquellas limitaciones que nos habíamos autoimpuesto inconscientemente.

Y tú ¿qué opinas?

Imagen © Cody King para Pexels

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