El coach facilitador

Una de las peores situaciones que conozco en cualquier entorno nuevo, bien sea profesional, educativo u otro ámbito social es sentirse extraño y ajeno a ese nuevo mundo. Todos hemos vivido la sensación de encontrarnos desubicados en un ambiente que no es el nuestro pero del que recientemente formamos parte.

Con frecuencia, al producirse un cambio de trabajo o integrarnos en una comunidad nueva, debe transcurrir un tiempo prudencial hasta que nos hacemos habitantes de pleno derecho en ese mundo.

Siempre he defendido los cambios como algo beneficioso que hacen que salgamos de nuestra zona de confort y nos replanteemos muchos procedimientos, modelos y actitudes.

Un entorno nuevo comporta también otros lenguajes, diferentes estilos, distintos valores y, lo que es mas complicado de asimilar con rapidez, nuevas relaciones humanas.

Las piezas que más cuestan encajar en los cambios son siempre las relativas a las personas. Sin apenas enterarnos, nos acostumbramos al nuevo recorrido en coche, a la planta en la que tenemos nuestras clases, a la cafetería donde comemos, a la nueva aplicación informática o, incluso a la nueva silla y mesa que ocupamos. Con las personas, el proceso es diferente y, sobre todo,  complejo.

En primer lugar, somos los nuevos a pesar de nuestros años de experiencia lo que hace que nos autoemplacemos en el último lugar de la escala humana laboral. Por otro lado, todo nos resulta ajeno: ¿dónde están los baños? ¿quién se encarga del mantenimiento de los equipos? ¿cómo se autorizan ciertas operaciones? Son días de desconcierto unidos a un sentimiento de inutilidad que nos invade. Venimos, con toda seguridad, de un entorno en el que dominábamos cualquier imprevisto a sentirnos como escolares en su primer día de clase: solos y desamparados.

Para que este proceso no resulte problemático y, por encima de todo, no genere tensiones improductivas creo fundamental la figura del facilitador. Entiendo que debe ser una persona que haga de cicerone en todas las situaciones antes descritas. El facilitador de nuevos entornos debe allanar el camino para que la integración sea llevada a término con éxito. Debe ser guía y patrón de actuación.

Desafortunadamente, no siempre se cuenta con esta persona en las empresas, organizaciones o centros educativos. Ese acompañamiento en el ámbito interno, por lo tanto, no se produce.

Cuando esto sucede, debemos ser nosotros los que tomemos la iniciativa y busquemos ese facilitador que puede allanar el camino de nuestro nuevo destino o emplazamiento. Estoy hablando de un coach.

El coaching ha demostrado ser una disciplina valiosa y efectiva para ayudar en los procesos de integración en un nuevo entorno laboral, profesional o educativo. Cuando un individuo se enfrenta a un cambio de trabajo o una transición profesional, puede experimentar una serie de desafíos emocionales y profesionales. En este contexto, el coaching se presenta como una herramienta esencial para facilitar la adaptación y maximizar el rendimiento del empleado.

El coach, a través de sesiones personalizadas, acompaña al empleado o estudiante en su proceso de adaptación. Inicialmente, se realiza una sesión detallada para comprender los intereses y metas del individuo. Con esta información, el coach ayuda en el diseño de un plan de acción adaptado a las necesidades específicas del cliente.

El coaching ayuda a los empleados a identificar y superar los obstáculos que puedan surgir durante la integración. Puede ser útil en aspectos como la comunicación, trabajo en equipo, gestión del tiempo y liderazgo. En el ámbito educativo para optimizar la organización o la gestión del tiempo.

Además, el coaching puede ayudar a mejorar las habilidades de resolución de problemas y toma de decisiones, lo que permite enfrentar los retos de manera más eficiente. Asimismo, se enfoca en el desarrollo de la inteligencia emocional, permitiendo a la persona gestionar adecuadamente el estrés y las emociones asociadas con la transición.

Por último, el proceso de coaching en la integración laboral, profesional o educativa también fomenta la autoconfianza y la autoestima.

En mi tarea cotidiana, mucho de mi tiempo como coach lo empleo en desarrollar esta competencia. Ayudo a abrir camino por senderos que antes no existían o se habían transitado muy poco. Acompaño para que la integración en nuevos modelos o métodos de trabajo se haga sin que existan brechas que saltar o barreras infranqueables.

Imagen © Cottonbro

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