En una ocasión, mientras conversaba con un piloto experimentado, me quedé fascinado al descubrir el meticuloso protocolo que rige el despegue de un avión. Cada procedimiento está detallado minuciosamente en una lista de comprobación, dejando poco espacio para cambios o alteraciones. La clave del éxito en sus operaciones radica en seguir al pie de la letra estos protocolos rigurosos.

Para que toda operación funcione de manera correcta, manejan una lista de comprobación que recoge todas las tareas obligatorias y necesarias para cada procedimiento. El éxito de las operaciones radica en el seguimiento preciso de esos protocolos.

En un año pasan muchas cosas, más de las que nos damos cuenta. Vivimos cientos de momentos en todos los ámbitos que conforman nuestro día a día. No se trata de grandes acontecimientos si no de detalles, conversaciones, personas que conocemos o situaciones que nos asombran.

Tenemos la costumbre de, al finalizar el año, hacer balance de cómo ha sido nuestro recorrido por los doce meses anteriores. Nunca he sabido si esto es bueno o malo. Quizás sea bueno porque hacemos enumeración de todo lo extraordinario que ha transcurrido por nuestra vida o quizás malo porque nos fijamos en la parte negativa de este recorrido, de lo que no hemos alcanzado o lo que hemos perdido.

Un año es mucha vida y nosotros la construimos instante a instante, en muchas ocasiones de manera inconsciente. Es un camino imparable que no admite demoras y que debemos conducir nosotros, no se puede delegar.

Al igual que el piloto revisaba su instrumental antes del despegue, os propongo pasar lista de lo importante que hemos hecho en estos meses antes de que el año aterrice. Son momentos, detalles, personas o conversaciones que todos hemos vivido este año:

-El día que bajaste riendo en el ascensor después de conocer a aquella persona.

-Cuando volviste sobre tus pasos para ver cómo tus hijos dormían.

-El momento en que te quedaste sin palabras cuando te dieron aquella sorpresa.

-Los cinco minutos que le ganaste al atasco y llegaste antes a casa.

-La comida de amigos en la que no paraste de reír.

-La mirada feliz de ese desconocido pagando en el supermercado.

-El olor del fin de semana, mezcla de café y silencio.

-La sensación de tranquilidad cuando te quitas el reloj.

-La pena de acabar la última hoja del libro que te ha robado el sueño.

-La mano de tu pareja en tu espalda.

-La despedida de aquella persona con la que viviste tantas horas de trabajo.

-La alegría compartida de alguien de tu familia.

-El momento en que disimulaste las lágrimas.

Estos son destellos de vida, esas pequeñas luces que son imprescindibles para mantener el vuelo. No esperemos al final de año para disfrutarlos. Los creamos nosotros cuando y como queremos. Revisemos lo urgente y lo importante y comprobaremos, una vez más, dónde empleamos nuestros esfuerzos y dónde nos desgastamos. No se trata de buenos propósitos, consiste en hacer real lo que nos gusta, lo que nos motiva y lo que nos hace sentir.

No nos engañemos, esos momentos no se recuperan, no se pueden aplazar (como muchas veces nos decimos). Vendrán otros y serán distintos. Serán otros vuelos que disfrutar.

Pensamiento siempre positivo.

Imagen © CdZ

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