Como formador, he tenido el privilegio de acompañar a diversos grupos de estudiantes durante este último año académico. Ahora que hemos llegado al final del curso, quiero hacer un balance del trabajo, las lecciones aprendidas y la importancia de la formación.
El trabajo del formador es multifacético. No solo transmitimos conocimientos, sino que también modelamos actitudes, habilidades y valores. Se invierte mucho tiempo y energía en preparar clases, diseñar materiales y evaluar el progreso de los estudiantes. Este trabajo, que en ocasiones ni se ve ni se conoce, es imprescindible para que el proceso de aprendizaje sea exitoso. Sin una preparación previa, la improvisación puede deparar disgustos.
La responsabilidad de guiar a otros en su aprendizaje es un compromiso serio que implica no solo la entrega de contenido, sino también la inspiración y el apoyo constante. Esto es más importante aún en el ámbito en el que yo me muevo (bachilleres y universitarios) por la especial situación vital en la que se encuentran: cambios de ciclo, acceso a estudios superiores, pruebas universitarias, elección de estudios…
La organización ha sido clave para el éxito. Planificar las sesiones, adaptarse a imprevistos y mantenerse al día con las novedades educativas requiere una excelente gestión del tiempo. A veces, incluso los mejores planes se ven alterados, pero la flexibilidad y adaptabilidad han sido fundamentales para mantener el rumbo. La capacidad de priorizar tareas y gestionar el tiempo eficientemente permite ser más productivos y efectivos en nuestras funciones. En mi caso, además, debo ser consecuente con lo que enseño: gestión del tiempo, organización y planificación.
Mi objetivo siempre es lograr resultados significativos y que perduren en el tiempo. Observar el progreso de los estudiantes, ver cómo aplican lo aprendido y escuchar sus reflexiones siempre llena de satisfacción. La productividad no solo se mide en términos de tareas realizadas, sino también en el impacto que se genera en las vidas de quienes confían en los formadores como guías. Cada pequeño avance, cada meta alcanzada por los estudiantes, representa un triunfo compartido.
Todas las clases y actividades tenían un propósito: busco fomentar la curiosidad, la creatividad y el cambio para alcanzar los objetivos personales propuestos.
Como formadores, contribuimos a edificar futuro. La educación tiene el poder de abrir puertas y de crear oportunidades que pueden cambiar el rumbo de una vida. Tenemos más influencia de la que pensamos.
Ha sido un extraordinario año. Espero con entusiasmo lo que el futuro nos depare y continuar juntos la travesía del aprendizaje, el crecimiento y el cambio.
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